TESTIMONIO ÉTICO, por el Prof. Yehuda Krell


Todos sabemos lo que es un testamento.
Es un documento en el que una persona especifica qué deberá hacerse con sus bienes después de su muerte. Pero entre los judíos de la Península Ibérica, en la Edad Media, era costumbre redactar  “testimonios éticos”, de padres a hijos, en los cuales transmitían sus ideas y conocimientos morales. El objetivo era que los hijos aprendan de las experiencias de los padres a fin de guiarlos después de su muerte  tal como lo han hecho en vida.
Uno de los más famosos “testimonios éticos” que se conservan fue escrito por Yehuda Ibn Tibón a su hijo Samuel, alrededor del año 1190. El padre murió en Francia, tuvo que huir de Granada por las persecuciones religiosas y previo al exilio, instruyó a su hijo a saber desarrollarse en el arte de la vida judía en España. 
De este documento se desprende la importancia que se le otorgaba a la educación dentro de la cultura mixta judeo –árabe, que constituía un valor esencial para un joven judío de la época.

“Hijo mío:
Escucha mis palabras y no desdeñes nada de lo que diga.
Recuerda siempre mi consejo; así prosperarás y vivirás del mejor modo posible. Sabes que te he educado en sabiduría y virtud. Te alimenté y te vestí. Renuncié al sueño para educarte y hacerte sabio, y elevarte al máximo grado posible de conocimiento y de moral.
Te honré al proveerte de una extensa biblioteca, para que no necesites pedir libros prestados. Asimismo, hice para ti libros de todas las ramas del conocimiento. Viendo que Dios te ha dado un corazón sabio y comprensivo, viajé a los extremos de la tierra para conseguirte un maestro en ciencias laicas.
Han pasado más de siete años desde que empezaste a estudiar la caligrafía árabe, pero pese a mis ruegos, no te has esmerado en ello.
Sabes muy bien como nuestros más destacados compatriotas han alcanzado posiciones elevadas gracias a su pericia en la escritura árabe. Shmuel Hanaguid atribuía su carrera ascendente a esta capacidad. También otros obtuvieron riquezas y honores gracias a su árabe. Tampoco has adquirido la suficiente habilidad en la escritura hebrea, pese a que pagué 30 piezas de oro por año a tu maestro.
Dedícate al estudio de la Torá y también al de la medicina. Despierta de tu sueño y entrégate a la ciencia y a la vida moral. Como dice un filósofo árabe, existen dos ciencias, la ética y la física, procura destacarte en ambas.
Que tus libros sean tus compañeros. Que los estantes de tu biblioteca sean tu campo de juego y tu jardín. Cosecha tus frutos, si te cansas de ello, ve de jardín en jardín, de surco en surco. Entonces querrás aprender más.
Lee todas las semanas el fragmento correspondiente de la Torá en árabe, ello mejorará tu vocabulario árabe y te ayudará a traducir, si te sientes inclinado a ello.
En cuanto a matrimonio, ninguno de tus compañeros llevó a cabo una unión más honorable. Tomé para ti a la hija de una familia culta y distinguida, erudita y de alta posición. No te vendí por dinero, como muchos más ricos que yo han hecho. En honor a mí, te agasajaron en tu boda la realeza y las máximas autoridades religiosas (no judías), hombres de la mayor distinción. Y si el Creador ha mostrado su amor hacia ti y hacia mí, de modo que judíos y no judíos te han honrado por respeto a mí, procura en adelante añadir a tu honor, para que seas respetado por ti mismo.
Que tu rostro se ilumine ante todo hombre. Cuida a los enfermos, y ojalá que tu conocimiento los cure.
Acepta el pago de los ricos, pero ayuda a los pobres sin que te paguen, el Señor te lo recompensará. De este modo, obtendrás el respeto de altos y bajos, entre judíos y no judíos.
Que aquél que da la sabiduría al simple y el conocimiento al joven, te dé un buen corazón y un oído atento. De este modo, nuestra alma agradecerá al Señor y se regocijará en su salvación.”


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