Gino Bartali y su compromiso
Durante
la guerra renovó su vínculo con Giacomo Goldenberg, un vecino judío que llegó a
Italia con su familia desde el Este europeo. La situación de los judíos
italianos se agravó seriamente con la invasión alemana; muchos fueron
confinados a campos de concentración y otros fueron asesinados. La familia
Goldenberg, un matrimonio con dos hijos, fueron escondidos por Bartali en el
sótano de su casa y lograron sobrevivir a la guerra.
Pero
Bartali no se conformó solo con esta ayuda.
Durante años mantuvo una fuerte amistad con el Arzobispo de Florencia,
Angelo Dalla Costa, y con el rabino de la misma ciudad, Nathan Cassuto, quienes
crearon una red clandestina que tenía como objetivo rescatar a los judíos y
ponerlos a salvo.
Con
la excusa que debía entrenarse para estar en forma en las competencias,
aprovechó para viajar con su bicicleta de Florencia a Asis, sede episcopal, sin
despertar sospechas. Durante dos años, 1943 y 1944, llevó debajo del asiento de
su bicicleta toda la documentación necesaria, fotos y papeles, que servirían
para imprimir los documentos, principalmente de aquellos judíos que ansiaban
emigrar a Suiza y quedar a salvo del exterminio nazi. Alrededor de ochocientos judíos lograron
salvarse gracias a sus “viajes”.
Bartali
puso en peligro su vida y la de su familia.
Era casado y en ese entonces, padre del pequeño Andrea. En esos años,
ayudar a los judíos era considerado un acto de traición; sabía que si lo
atrapaban, lo iban a juzgar, torturar o ejecutar. En 1944 fue interrogado por
la policía secreta, famosa por su crueldad, pero gracias a la ayuda de
conocidos logró ser liberado.
Al
concluir la guerra, Bartali volvió a su amado deporte; con 31 años renovó su
carrera y a pesar de la veteranía obtuvo importantes palmarés: en 1948 logró su
segundo Tour de France. En 1954 abandonó definitivamente el ciclismo, con un
impresionante record: en toda su vida deportiva obtuvo 91 victorias.
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