“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”, por el prof. Yehuda Krell
“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”
Esta
sabia y premonitoria frase la pronunció el notable
poeta prusiano, Heinrich Heine, quien nació en Düsseldorf, Alemania, en 1797 y falleció en Paris
en 1856. Un siglo después, el nazismo y sus criminales se encargaron de llevar a cabo esta lacerante afirmación.
Hoy, en la Plaza de la Opera y de la Universidad de
Berlín, se encuentra una placa con la famosa frase y una ventana en el piso por
la cual se puede observar un sótano con estantes de libros vacíos en
recordación a la tristemente célebre “quema de libros”, el 10 de mayo de 1933.
Llevada a cabo por estudiantes, profesores y miembros del partido nazi que
echaron al fuego de forma pública libros de aquellos autores judíos, marxistas,
pacifistas y otros que habían sido condenados al ostracismo por ser opositores
o desagradables para el régimen.
Heinrich Heine fue uno
de los más destacados poetas y ensayistas alemanes del siglo XIX. Nació
en el seno de una familia judía, que como tantas otras de aquellos tiempos, estaba entusiasmada
por el desarrollo del Iluminismo y el advenimiento de la integración. Lo enviaron
a estudiar a escuelas cristianas donde comenzó su instrucción; estudió derecho,
literatura y filosofía en Bonn y Berlín, y se interesó por las Ciencias
Judaicas. Al concluir sus estudios encontró serias dificultades para ejercer su
profesión, por su origen judío.
Después de un profundo conflicto interno decidió
convertirse al cristianismo en el año 1825. Tal como el mismo declaró, lo hizo
porque era el precio que debía pagar para poder insertarse en el mundo gentil.
Sus poemas y sus cartas personales a su amigo Moses Moser reflejan las
tribulaciones y los conflictos de los hombres de su generación:
“Ahora todos me odian,
tanto los judíos como los cristianos. Me arrepiento de haberme convertido. Mi
situación no ha mejorado. Al contrario, desde el momento que lo hice he sufrido
muchas desgracias” (carta del 9 de enero de 1826).
Según los críticos, Heine
es considerado el último poeta del romanticismo. A partir del éxito que cosechó tras su obra Libro de Canciones (1827), que tuvo doce ediciones durante su vida, consiguió dotar de
lirismo al lenguaje cotidiano y elevar a la categoría literaria géneros que en
aquel momento eran considerados menores, como el artículo periodístico, el folletín o los relatos de viaje. Además le dio al idioma alemán una elegante
sencillez que éste nunca antes había conocido.
Heine fue tan amado como temido por su
comprometida labor como periodista, crítico, político, ensayista, escritor
satírico y polemista. Debido a su origen judío y a sus posturas política fue
constantemente excluido y hostigado. Su actitud solitaria marcó su vida y se
reflejó en su obra.
Fue el escritor alemán más
popular de las décadas de los años treinta y cuarenta del siglo XIX; su editor,
Julius Campe, se hizo
rico gracias a su obra. Él, sin embargo, nunca pudo vivir de los ingresos obtenidos
por sus éxitos literarios. Su incapacidad para acceder a la independencia
material fue algo sumamente desestabilizador para su vida privada. Padeció
miserias y estrecheces a las que pudo sobreponerse gracias a la ayuda
financiera de su familia, de su acaudalado tío Salomon, o por las subvenciones
que recibía del gobierno francés, país donde se exilió. Desde Francia
colaboraba con revistas alemanas y escribía en francés informes sobre la
situación de su patria nada condescendientes con sus gobernantes. En 1835 los
escritos de Heine fueron totalmente censurados en territorio alemán.
Fue simpatizante del socialismo utópico (saintsimonismo),
perseguido por las autoridades y exiliado a causa de sus manifestaciones socialistas.
Pasó sus últimos ocho años de vida casi ciego y paralítico, en una cama, durante los que compuso el
ciclo poético Romancero (1851) y póstumamente, en 1869, aparecieron sus Últimos
poemas.
Por su profusa e
incomparable obra, Heine sigue siendo hoy en
día uno de los poetas del idioma
alemán más traducidos y citados.
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