La ¿última? ironía de Franz Kafka
Dicen que, parado frente a la
ventana de la Casa Oppelt Franz Kafka miró hacia la
plaza de la Antigua Ciudad y dijo: “Este angosto círculo abarca toda mi vida.” Y no estaba
exagerando.
Desde la casa donde nació, o
más bien desde la casa que la reemplaza, nos cruzamos con alrededor de –por lo
menos- una docena de casas donde Kafka residió.
Considerado por muchos como el
escritor más importante del siglo XX, un hombre que no tuvo ningún tipo de
visibilidad pública mientras vivió pero que se transformó en un personaje de
relevancia mundial después de su muerte.
Resulta curioso saber que
muchos checos no conocían a Kafka hasta hace relativamente poco ya que sus
libros fueron prohibidos durante la ocupación alemana durante la Segunda Guerra
Mundial y luego -después de la guerra- se hizo poco popular a causa del
sentimiento anti-alemán (Kafka era un judío Checo que escribía en alemán).
No fue sino hasta 1989, después de la Revolución de
Terciopelo que pusó fin pacíficamente al antiguo regimen soviético en la
Republica Checa y en Eslovaquia, cuando turistas provenientes de Europa
Occidental y de Estados Unidos llegaron a Praga queriendo visitar aquellos
lugares relacionados con Kafka, que los checos comenzaron a reconocer su
importancia.
Una gran ironía! Durante el régimen
Comunista, se solían hacer copias clandestinas de obras de Kafka como ‘La
Metamorfosis,’ y ahora, junto al Puente Carlos y al castillo, Kafka se ha
transformado en uno de los souvenirs más famosos de Praga. Pareciera ser su
última broma!!
La portada de la primera
edición de “La Metamorfosis” lleva la imagen de la puerta de una habitación y
un hombre mirando hacia afuera cubriendo su cara con horror.
Kafka fue poco preciso sobre
en qué tipo de insecto o bestia Gregor Samsa se había metamorfoseado. El específicamente
usó la frase “ungeheuren Ungeziefer”: una “monstruosa alimaña” como ha sido
traducido.
Pero si fue muy preciso sobre
como quería que se representara: “No esa, por favor, no esa!” le escribió por
carta a su editor basado en Leipzig en 1915, reaccionando a una potencial portada
para la primera edición. “El insecto no puede ser dibujado. Ni siquiera puede
mostrarse de lejos!”
Eso no ha logrado detener a
muchos de sus lectores a aventurar todo tipo de imágenes del protagonista como
un escarabajo o una cucaracha, incluyendo el provocador artista checo David
Cerny. Encontramos sus esculturas por toda Praga: como una escultura de dos
hombres orinando, directamente frente al Museo de Franz Kafka,
o una estatua del santo patrono checo el Rey Wenceslao sentado sobre un caballo
muerto cabeza abajo.
Pero la más reciente
instalación de este artista judío en Praga, inaugurada en octubre de 2014, es la escultura de la
cabeza de Kafka, de casi once metros de altura, en el centro de la ciudad,
realizada con 42 capas móviles cromadas, que se mueven sincronizadamente y en
direcciones opuestas.
Hay otros monumentos a Kafka en
la ciudad como el del
escultor checo Jaroslav Rona, que representa la estatua del escritor
subido sobre un traje vacío— ubicada frente a la Sinagoga Española. Se trata de una estatua inaugurada
en el año 2003, que mide unos cuatro metros de altura y pesa 700 kilos. Su
estilo es lo que habría esperar de algo de Kafka: desconcertante, complicado,
pero profundamente humano. Por supuesto el primer intento
del señor Rona al pensar en una escultura para la competencia fue un
escarabajo. El concepto final está inspirado por un cuento corto de Kafka
llamado “Descripción de una lucha” — pero resulta que también insertó alguna
referencia escondida de la
“Metamorfosis”: en la vereda alrededor de la base se ve un esbozo de un
escarabajo.
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