Museo Judío de Berlin, por Carolina Gracey

El Museo Judío de Berlin, obra de Daniel Libeskind, abrió al público el 9 de septiembre de 2001. Su colección está centrada en la historia social, política y cultural de los Judíos en Alemania desde el siglo IV hasta la actualidad, explícitamente presenta, por primera vez en la Alemania de postguerra, las repercusiones del Holocausto.
El nuevo edificio fue construido al lado de la sede original de la antigua Corte Prusiana de Justicia -completada en 1735- que hoy sirve de entrada al nuevo edificio.
El diseño es de Daniel Libeskind y fue creado un año antes de la caída del Muro de Berlin. Gira en torno a tres ideas rectoras: es imposible entender la historia de Berlin sin entender la enorme contribución de sus ciudadanos judíos; el significado del Holocausto debe incorporarse a la conciencia y la memoria de la ciudad de Berlin y, finalmente, la Ciudad de Berlin y Alemania como país deben reconocer el hecho de haber borrado la vida Judía de su historia.
El visitante ingresa al Kollegienhaus de estilo barroco y desciende por una escalera a través de la dramática Entrada Vacía, hacia el subsuelo.  El edificio existente se encuentra ligado a la nueva extensión, a través del subsuelo, preservando así la contradictoria autonomía de ambos en la superficie.
El descenso conduce a tres ejes subterráneos, cada una de ellos cuenta una historia diferente. El primero nos lleva a un callejón sin salida – la Torre del Holocausto.  El segundo nos lleva fuera del edificio al Jardín del Exilio y la Emigración, recordando a aquellos que fueron forzados a dejar Berlin. El tercero y el más largo, traza un recorrido que conduce a la Escalera de la Continuidad, y luego sube a las salas de exhibición del museo enfatizando en el continuum de la historia.
Un espacio Vacío corta la planta zigzageante del nuevo edificio y crea un espacio que materializa la ausencia. Se trata de una línea recta cuya impenetrabilidad se convierte en el foco central alrededor del cual se organizan las exhibiciones. Para moverse de un lugar a otro del museo, los visitantes deben cruzar uno de los 60 puentes que abren a este vacío.
Su arquitecto, Daniel Libeskind, nació en 1946, en Lodz, en la Polonia de post-guerra. Estudió música en Israel y luego se traslado a New York, donde estudió arquitectura. En 1989 se instala en Berlin luego de ganar el concurso para diseñar el Museo Judio.

En una entrevista en Plataforma arquitectura, de Chile, a propósito de su cumpleaños número 70, comenta "Creo que la memoria es la dimensión fundamental de la arquitectura. No es para nada sólo una nota al pie ... para mí la memoria es el principio rector. La memoria es lo que prepara el escenario para conectar el pasado con el presente y el futuro ... Creo que es una parte intrínseca de la arquitectura, la parte principal, porque sin saber dónde hemos estado, no tenemos idea de hacia dónde vamos, no tenemos ninguna orientación".

Puede uno ,entonces, imaginar su motivación a la hora de diseñar un edificio tan emblemático como el Museo Judío u otros espacios que diseñó más adelante.
 “La memoria de Berlin tiene huecos/vacios. Obras que nunca serán escritas, pintadas… Sus recuerdos se transformaron en cenizas. “
Y sin duda eso se transmite al visitante, en el Museo uno logra vivenciar ese “Vacío” y comprender –en íntima profundidad- la historia.

En uno de los descansos de la escalera de la Continuidad uno ingresa en un espacio donde se encuentra “Hojarasca”: hojas de otoño que pesan como la vida. Que no son leves, porque cargan una historia que no es leve. Obra del israelí Menashe Kadishman, con caras de hierro como hojas de otoño, sobre las que uno camina haciendo un ruido estremecedor.


Pero por supuesto, como Libeskind mismo dice “Lo importante es la experiencia que cada persona tiene en un edificio. La interpretación está abierta...”

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