Arte callejero en Lisboa
El Arte callejero (street-art)
llegó a Lisboa hace más de
500 años llenando con su arte calles,
plazas, bares, comercios, iglesias, escuelas y hospitales; de los techos
a los suelos, con santos, con ninfas, azules y blancos o multicolores. La
multiplicidad de técnicas y el elevado número de azulejos que todavía
permanecen aplicados en todo el país, lo convierten en patrimonio de Portugal, en sus tres vertientes que
coexisten o se alternan a lo largo de los años: figurativa, ornamental y
padrón.
Lisboa es la mejor ciudad para
conocer el arte del azulejo desde finales del siglo XV al XXI, un material de
construcción único, que traspasa siglos y modas, que va de la producción
artesanal a la industrial, del barroco al funcionalismo.
Patrimonio cerámico común a
varias culturas, el azulejo es reflejo de influencias recíprocas de estilos europeos
y de otras culturas como la árabe, visible en las primeras aplicaciones que se
remontan a los siglos XV y XVI procedentes
de los principales centros productores de la Península Ibérica: Sevilla, Valencia, Málaga y Toledo. Eran los
llamados patrones hispano-moriscos
con motivos geométricos y de lacerías y más tarde con motivos vegetales.
La influencia europea y, en
particular, la italiana y la del norte de Europa, se manifiesta en el
siglo XVI, con la
técnica de la mayólica que permitía
una pintura figurativa de gran calidad. Uno de los primeros ejemplares
producidos en Lisboa se encuentra en la Igreja
de São Roque (Iglesia
de San Roque), firmado por el pintor Francisco de Matos, fechado
en 1584.
En el siglo XVII la azulejería de patrón fue la corriente predominante,
cubriendo los interiores de las iglesias, en muchos casos íntegramente, cuyos
dibujos presentaban esquemas de distintas dimensiones que se iban complicando
hasta el mayor patrón conocido, ¡qué necesita 144 azulejos para formar el
módulo base de repetición! aplicado en la Igreja de Marvila, en Santarém.
A fines de ese mismo siglo
hasta mediados del siglo XVIII, reaparece la figuración abandonando,
progresivamente, la policromía y
restringiéndose cada vez más al azul y blanco; debido a la influencia de la
porcelana china y de la pintura
holandesa, como en el Convento
dos Cardais o
la Igreja da Madre de
Deus, ejemplos
de obras de talleres holandeses aplicadas en Lisboa.
La calidad de la pintura,
practicada por los maestros que eran también pintores de caballete, unido a la
narrativa de largos ciclos iconográfricos y la articulación con la
Arquitectura, ahora más refinada en la técnica de trompe l’oeil, fueron
factores que contribuyeron a destacar este período barroco, como uno de los más
importantes de la historia de la azulejería portuguesa.
Durante mucho tiempo, el
azulejo fue utilizado en el interior de los edificios y sólo puntualmente en el
exterior. A mediados del siglo XIX “invadió”
las ciudades, siendo aplicado en las fachadas de los edificios, junto a otros
elementos de cerámica como macetas, estatuas, etc. Las fachadas se transformaron
en largas paredes cerámicas, fenómeno que se prolongó hasta el siglo XX.
En el siglo XX, la interacción
entre artistas y arquitectos
portugueses y brasileros se refleja en diversas obras que pueden ser observadas
en la Avenida
Infante Santo o
en el metro de Lisboa.
La vitalidad del Arte de la
Cerámica permanece, como se puede comprobar al visitar las nuevas áreas de la ciudad,
especialmente el recinto del Parque
das Nações (Parque
de las Naciones).
Veamos algunos ejemplos:
1. Capilla de Santo Amaro
Un lugar apartado de la ruta
turística, íntimo y hasta descuidado. Una humilde ermita circular que data de 1680, con un atrio excepcional
rebozado de azulejos polícromos que reproducen piernas cortadas, brazos y
torsos desnudos y desmembrados. La vista sobre el Tajo completa el milagro. Y
si se baja un poco se llega al Galão, un restaurante de barrio entrañable.
2. Palacio de Fronteira, de 1667. De difícil acceso
ya que sólo abre los días laborables de 11 a 12. Azulejos de diferentes motivos
se adaptan a cada habitación. En la Sala de las Batallas, la cerámica
escenifica las guerras portuguesas (1641-68).
3. Hospital de San José, de
1740. Obra de António
de Oliveira o Valentim de Almeida. La parte administrativa del hospital se
encuentra en un antiguo colegio y el sensillo mobiliario de oficina convive con
maravillosos paneles de azulejos blanquiazules que trepan por escaleras, ocupan
paredes de salas de espera y enseñan, para los analfabetos de la época, las
diferentes ciencias del conocimiento humano.
4. Fachadas de Quelhas, de
1880
Los azulejos en relieve son
extraños, y solo a final del pasado siglo y en este se han comenzado a explorar
sus posibilidades tridimensionales, como en la fachada de Quelhas, en relieve
con un efecto floral y ornamental, en amarillo y azul.
5. Panificación Mecánica, de
1902.
En esta panadería donde aún
venden los caramelos a granel y de su horno sale pan de algarroba resiste la
decoración interior de estilo Art nouveau, obra de Bordalo Pinheiro (1846-1905)
el gran ceramista del siglo XIX. Es imprescindible visitar la Tabacaria Mónaco,
en la plaza Don Pedro IV, para ver sus viñetas gráficas de ácida crítica social
estampadas en azulejo.
En medio del bullicio del
Rossio, esta calle discreta y sombría tiene varios comercios que anuncian su
negocio como la ex-lechería A Camponeza (La campesina) y esta sala de cine que
fue en 1904 la más lujosa de la ciudad. Obra de Miguel Queriol, en estilo Art
Nouveau. En la actualidad podriamos
decir que es la sala porno más chic del mundo. Calle de los Sapateiros, 225.
7. Casa dos Parafusos, de 1930
En la calle Boavista se
suceden fachadas preciosas, pero podemos resaltar una vulgar tienda de
tornillos, cuyos dueños de entonces la dotaron de anuncio comercial diferente,
singular, único.
8. Calle Salitre
Elegir una sola calle por sus
azulejos es imposible. Ahí están las calles de Junqueira, Esperança o Almirante
Reis con la Fábrica de Cerámica Viúva Lamego (1906), pero en la calle Salitre
hay una muestra de la incorporación del modernismo, gracias al polifacético
Almada Negreiros (1893-1970) que como el pintor Júlio Pomar o Cabrita Reis
llevan su creatividad a un objeto tan rígido como el azulejo.
La estación de metro Parque es
un museo al azulejo con su temática marítima. En la entrada hay una muestra de
la incorporación del arte actual al viejo azulejo gracias a Maria Keil
(1914-2012). Otras obras características de su geometrismo y sus juegos ópticos
se pueden encontrar en otras estaciones.
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